Medios
de comunicación y cultura:
El recorrido a través de las definiciones clásicas sobre
el carácter de los medios de comunicación, inducen a la categorización de éstos
como herramientas escapadas del nivel infraestructural. Así los medios de
comunicación de masas, tanto para los idealistas como para los materialistas,
se confunden entre lo que producen y lo que constituyen como herramienta al
interior de los modos de producción: “La institución de los
medios de comunicación de masas constituye un conjunto inconfundible de
actividades (enviar y recibir mensajes) que llevan a cabo personas que ocupan
determinados roles (reguladores, productores, distribuidores, miembros del
público) de acuerdo con determinadas
normas y acuerdos (leyes, códigos, y usos profesionales, expectativas de la
audiencia y rutinas)”. [1]
Los medios de comunicación constituyen un elemento más de
la base estructural de la formación social. No se trata establecer parámetros
formales que artificialmente ofrezcan una definición aceptable. En todo caso se
trata de dilucidar las razones que han inducido a la confusión del concepto. Partamos de la tendencia a estratificar la cultura e
incluso haciéndola aparecer como ajena a la ciencia. De manera que el proceso
de producción de conocimientos está sujeto a ser categorizado como
supracultural o paracultural. De igual forma cuando se habla de la relación entre
tecnología y cultura, se afianza la tendencia hacia la separación de los
conceptos: “Los críticos conservadores de tendencias democráticas se
refieren negativamente a la cultura de masas porque la ven como la cultura de
los incultos,...Los críticos de la cultura de masas que simpatizan con el
pueblo <<llano>> y la democracia suelen compartir buena parte de
esta opinión sobre la cultura en cuanto a tal...pero no culpan a la gente que
la consume, sino a quienes cinicamente la imponen...”. [2]
De allí que existan definiciones de los medios de
comunicación de masas, signadas por la
confusa creencia en que existen cosas creadas por el hombre que no son cultura
y que existen conocimientos verificables que no son ciencia. La cultura
constituye todas y cada una de las obras del hombre y en su seno se suceden
procesos de producción de conocimiento verificables denominados ciencia[3].
Las modalidades de cómo se produce el conocimiento y los medios utilizados,
singularizan los modos de producción de un grupo social discreto. Ello es
válido en materia comunicacional.
Mandel estableció que la liberación del pulgar, el
crecimiento del cerebro, la posición erecta y la constitución de un sistema
nervioso desarrollado, le permitieron al hombre transformar la naturaleza mediante
el trabajo y desarrollar el lenguaje como instrumento de organización social.[4] Trabajo y lenguaje por definición son
sociales y por ende constituyen cultura. Si admitimos esta reconstrucción
histórica, encontramos que los sistemas de comunicación se originan en el
proceso productivo, e incluso per se la
comunicación constituye un:”proceso simbólico mediante el cual se produce, mantiene,
repara y transforma la realidad” [5]. La producción de
herramientas comunicacionales satisface la necesidad de afianzar los
imperativos de homogeneización cultural mencionados por Ribeiro en su definición
del proceso civilizatorio: “...la capacidad específicamente humana de
comunicación simbólica, responsable de la inclusión de la vida social en
cuerpos de herencia cultural...hacen que todos los desarrollos posteriores dependan de las características de grupos
preexistentes...” [6] Así la demanda de los instrumentos para la
consecución de esa comunicación simbólica colectiva, generó una extensión de
los procesos de producción, hacia áreas más sofisticadas que las destinadas a
la satisfacción de las necesidades primarias. Precisamente por encontrarse tan
alejado de la producción material de bienes, se afianzó la tergiversada idea
que las herramientas comunicacionales no pertenecían a los medios de producción
atribuyéndolos al sector administrativo y gerencial de las formaciones sociales[7].
En los albores del siglo XXI, esa confusión de los medios de comunicación con
los elementos superestructurales de las formaciones sociales, dificulta la
visualización del proceso que se está gestando: El desarrollo de las fuerzas productivas a partir de los medios de
producción sin equivalencia con el desarrollo de la fuerza de trabajo.
La occidentalización
como proceso de diáspora cultural, ha inducido la identificación entre procesos
de difusión cultural y la consolidación
de la denominada cultura de masas. Esta modalidad cultural, pareciera emerger
de la direccionalidad occidentalizante, inducida por los medios de
comunicación. En apariencia, la cultura de masas como fenómeno moderno dio
inicio al proceso de homogeneización cultural universal; mediante la difusión
continua de códigos a través de los medios de comunicación de masas. La aparente certeza de la afirmación
anterior, se verifica en la difusión
del paradigma moderno como referente histórico universal; lo que induce a pensar que es desde la
aparición de la imprenta cuando el proceso de homogeneización cultura se inicia
y aún no se detiene. No obstante, la realidad de la homogeneización cultural es
históricamente verificable incluso en las sociedades prehistóricas: ”...las
sociedades humanas, en el curso de largos períodos, fueron afectadas por dos
procesos simultáneos y mutuamente complementarios: uno de ellos responsable de
la diversificación y el otro de la homogeneización de la cultura.” [8] Aunado a ello, Ribeiro estableció la existencia de tres
condicionamientos básicos de naturaleza extracultural que intervienen en la
conformación de la cultura:
a) Condicionamientos
biológicos.
b) Condicionamientos de vida
asociativa (carácter gregario).
En consecuencia, el fenómeno conocido como cultura de
masas, no es producto de la aceleración evolutiva inducida por los desarrollos
tecnológicos de las comunicaciones, en las sociedades industriales. En todo
caso, se trata sólo de imprimir aceleración evolutiva a uno de los
condicionamientos que participan en la conformación de la cultura: El condicionamiento psicológico. Los
otros dos condicionamientos sufren la incidencia del condicionamiento
psicológico inducido por los medios, sin que las condiciones materiales en la
que éstos se desarrollan necesariamente sufran cambios significativos.
Corolario del imperativo ecológico diferencial omnipresente e indefectible en
la cotidianeidad de los sujetos sociales.
Recapitulando, podemos afirmar que la difusión cultural
constituye un fenómeno universal; mientras que la cultura de masas expresa una
modalidad de difusión cultural característica de la modernidad. De ésta manera,
afirmaciones cómo las de Morin en el sentido de atribuir a la cultura de masas
la capacidad de “....debilitar todas las instancias intermediarias-desde
la familia hasta la clase social- para constituir una agregación de individuos
-las masas- al servicio de la supermáquina social... “[10] adolecen
de la objetivación absoluta del proceso comunicacional. Donde el sujeto
abandona los imperativos diversificadores del proceso cultural sin romper con
el imperativo de adaptación ecológica diferencial, proceso que es imposible. De
allí que los defensores de la teoría culturológica de los medios, observen: “Los
mass media pueden transmitir mensajes muy distintos y encontrar niveles muy
distintos de receptividad; los mass mediólogos, al jugar con el efecto de aureola se conforman
con despertar el modelo arquetipo del condicionamiento a través de la imagen
publicitaria” [11].
Ahora
bien, de las afirmaciones anteriores no se deduce necesariamente la existencia
de un equilibrio en la acción comunicativa que se produce en las arenas de los
medios de comunicación de masas. Por el contrario, el fortalecimiento del
sujeto emisor en detrimento del sujeto receptor, pareciera acentuarse con la
implementación de nuevas tecnologías. La tendencia es que la comunicación política
se enclaustre en la acción dramatúrgica, en presencia concomitante y eventual
de otras modalidades de acción política comunicacional. Prescindiendo de la
acción comunicativa.
Sin
embargo, el proceso sociológico dónde las condiciones materiales empujan a los
sujetos a confrontar la imagen difundida
por los medios de comunicación con el referente es indefectible. La acción
comunicacional políticamente eficiente, no puede eludir permanentemente la convocatoria de referentes
comunes, fundamentados en la realidad del hecho y no en la imagen que de éste
se desee difundir. Esto último se afianza por el carácter dual de productor de
bienes y servicios característico de los medios de comunicación.
La evidencia tangible
del carácter históricamente productor de bienes y servicios de los medios de
comunicación se descubre al evocar cómo la acumulación de conocimientos ha sido
tradicionalmente incentivada, administrada, archivada y difundida por quienes
ejercían el poder político. El monopolio del servicio postal es un ejemplo: “Desde
los días de Salomón y Sheba hasta el reinado de la Reina Elizabeth I, el
servicio postal estaba reservado para el uso de la realeza y los ricos. Sólo en
el siglo dieciséis del surgimiento de la clase
mercantil hubo la necesidad para un real medio de comunicación dirigido
a acuñar el monopolio real del correo.”[11]
Ahora bien, los
conocimientos sometidos a ese proceso incluían todo el espectro cultural. De
hecho, la tergiversación del concepto de medios de comunicación se inicia a
partir de que los elementos superestructurales del sistema social pasaron a
fungir de difusores, administradores y evaluadores del espectro cultural,
parcelándose la cultura en una suerte de cultura dominante y cultura tradicional.
Lo que bien hoy se conoce como cultura de élites y cultura de masas, que en
última instancia pertenecen a una misma definición que distingue dos manifestaciones
de la cultura: Empírica verificada y empírica no verificada[12].
Los medios de comunicación como medios de producción, no
producen información -verificable o no-, sino que implementan mecanismos para la
difusión de ésta. Constituyen una de las arenas donde se produce el debate
político. En principio, no son los actores del debate. La cualidad de medios difusivos de información, es lo
que les define como productores. Producen y constituyen los instrumentos implementados por el
emisor, para la difusión del mensaje. La
modalidad de acción comunicacional, responderá a los objetivos y estrategias
del emisor; difundiendo: Fines, valores, estrategias, costumbres, propaganda,
autorepresentación y/o comunidad de significados en búsqueda de
intercomprensión.
Frente al receptor,
es inevitable la visión parcial de los medios, cuando éstos constituyen arenas
de confrontación retórica y/o propagandística. Los medios de comunicación
aparecen exclusivamente como vendedores de servicios y no como productores de
bienes. Sin embargo, este sector productivo posee la cualidad de generar ambas mercancías.
En la sociedad industrial ese carácter dual de la producción generada por el
sector comunicaciones, se ha profundizado, originando una aparente dinámica
cultural universal, con tendencias homogeneizadoras del conglomerado social
bajo el paradigma occidental. Produce bienes y oferta servicios, que obligan al
consumidor a incrementar la demanda de bienes que le liberen del ostracismo informático. De hecho, la definición
de Brezinski referida a una sociedad tecnotrónica aproxima a la realidad sociocultural que conocemos hoy: “La
sociedad tecnotrónica es una sociedad cuya forma está determinada en el plano
cultural, psicológico, social y económico, por la influencia de la tecnología y
de la electrónica -especialmente en el campo de los ordenadores y de las comunicaciones.”[13] .