Comunicación política
e ideología I:
Las
manifestaciones de la comunicación política, en acciones caracterizables por su
contenido, indica la vocación de prevalencia ideológica de los mensajes
emitidos por los emisores. Ya sea en la búsqueda de un fin, en la imposición de
valores, en la defensa de los fundamentos caéticos, en la perpetuación de las
tradiciones, en la representación del self o en la aproximación a la
comprensión de la otredad; toda comunicación política persigue el
convencimiento del otro mediante la argumentación.
Es por ello que la acción comunicacional
en el ámbito de lo político, comprende la confrontación discursiva entre actores sociales –singulares
o colectivos-. Los actores persiguen dominar: ”la selección de los temas y los `problemas sobre los
cuales se ajustan los enfrentamientos cognitivos e ideológicos del momento”[i].
No se trata de la omnipresencia del conflicto y la
generación indefectible del antimovimiento social, como consecuencia de la
comunicación política. Implica la descripción de lo que es inherente a la
comunicación política: referentes comunes
que posibiliten la interrelación pacífica entre actores políticos. Donde la
intercomprensión es necesaria pero no indispensable.
De hecho, la argumentación política se
basa en la formulación de premisas que sustentan el discurso de un actor. Quien
puede o no, justificar sus acciones como consecuencia del posicionamiento que
ha logrado su discurso en el ámbito de la opinión pública[ii].
El actor político, como emisor de mensajes, confronta la tarea de ajustar el
discurso para que satisfaga las expectativas de los receptores, e incluso para
que genere nuevas expectativas. La retórica[iii],
constituye la estrategia tradicional para que el discurso sea reconocido y
aceptado. El mensaje es dotado de elasticidad, adecuándolo a multiplicidad de
significados que los receptores pueden atribuirle. Obsérvese que el mensaje es
el mismo –signo o código- para todos los receptores.
La retórica contemporánea ha encontrado
espacios instrumentales, constituidos fundamentalmente por los medios de
comunicación de masas. Las arenas donde se sucede la confrontación discursiva,
alcanzan como nunca antes a receptores ubicados en territorios geográficamente
apartados. En consecuencia, la elasticidad de los mensajes emitidos, debe
posibilitar la flexibilidad axiológica del discurso. Posteriormente, la
argumentación adquiere formas -incluso
ajenas a las previstas originalmente por el emisor- cuando el receptor
interpreta el significado fundamentado en referenciales propios: “Un análisis crítico del
discurso ideológico no elimina las motivaciones prácticas, materiales del
interlocutor, y, por lo tanto, no cambia al mundo (no cambia las bases
materiales de la vida). Únicamente puede contribuir a volverlas explícitas. En
cambio, el discurso ideológico oculta esas diferentes opciones y para
conseguirlo, se lanza en un juego compacto de conmutaciones de código y de hipercodificaciones
indiscutibles…” [iv]
Humberto Eco al distinguir la flexibilidad retórica
de los conceptos, acuño el término Conceptos Fuzzy[v]. Conceptos susceptibles
de gradación al ser operativizados en diversas arenas de la comunicación y
durante el proceso de decodificación diferencial. El Concepto Fuzzy, posee significante polisémico, con ello posibilita
la conmutación del código emitido y su adaptación al signo reconocido por el
receptor, imposibilitando el análisis crítico del discurso. El referente se
desvanece en esta operación ideológica, reduciéndolo a una idea vaga de lo que “es” la cosa representada por un signo,
ideologizándola
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